Honorio Penadés
Llevo año y medio manteniendo un blog (365 días de libros) destinado a la promoción de la lectura entre jóvenes universitarios, en el Campus de Colmenarejo de la Universidad Carlos III de Madrid, y con esta experiencia lo que puedo afirmar de momento es que resultan muy difíciles tres cosas:
b) ofrecer algo que les llame la atención
c) conseguir que relacionen sus deseos o gustos con la oferta de la biblioteca
Los gustos lectores, como los apetitos culinarios y desde luego los sexuales, forman parte de la intimidad de la persona; no se pueden compartir, no se deben comparar, nadie querría cambiarlos por los de los demás. Aunque la publicidad nos trate de imponer modelos, y lo consiga en muchas ocasiones, las elecciones personales creo que siempre se impondrán sobre lo sugerido: quien piensa de su amiga “no sé qué le ha visto a ese chico” o de su compañero de mesa en una comida “no sé cómo puede gustarle ese plato” también pensará ante un lector “qué tendrá ese libro”, pero no necesariamente deseará leer el mismo libro, degustar el mismo plato, emparejarse con la misma persona ¿verdad? Dice Alberto Manguel que la frase “sobre gustos no hay nada escrito” la escribió alguien que nunca había visto un suplemento literario, tan acostumbrados como están a publicar listas de lo que le gusta a la gente en materia de lectura. Los gustos de los lectores se pueden sugerir, orientar, desde luego educar, pero nunca imponer por la ley estadística de “lo más leído” o “lo más vendido” (que nunca coinciden, por cierto). Y si hay lectores reacios a comunicar sus gustos son los jóvenes, especialmente los adolescentes. Opina Emili Teixidor que “obligar o presionar a un joven para que hable de sus libros y héroes preferidos, es como querer entrar en su intimidad. Si el joven, no quiere hablar o comentar los libros que lee, hay que respetar esa parte de su intimidad”. Y aunque los alumnos de la Universidad no son ya adolescentes, sí que conservan ese punto de transgresión y de rebeldía en actos como la lectura por puro placer, que sólo compartirán con amigos íntimos, pero casi nunca con sus padres, y nunca con el bibliotecario, desde luego.
¿Cómo ofrecer algo que creemos que puede interesar a quien no nos lo demanda? Los profesionales de la publicidad saben mucho de esto: saben hacernos creer que no hemos podido vivir hasta ahora sin poseer el objeto que nos anuncian… pero cuando por fin poseemos el objeto vemos que nuestra vida no se ha transformado sino que, en fin, poseemos otro objeto más. Por eso creo que es peligroso “venderse” a las técnicas de publicidad de los productos de consumo de masas por parte de los bibliotecarios. Creo que debemos desarrollar nuestras propias técnicas. Podemos anunciar los libros con técnicas propias del supermercado, pero no debemos hacer creer a los lectores que los libros son jamones. Nosotros hemos optado por seleccionar periódicamente grupos de libros, de entre lo que llamamos “Lecturas para el ocio”, exponerlos en el vestíbulo de entrada a la Biblioteca en un mueble tipo supermercado o tipo librería, un carrusel de novedades literarias, de las que seleccionamos un libro que aparece comentado en el blog 365 días de libros. La técnica del blog es buena para recibir comentarios a los libros, pero lo cierto, según mi experiencia, es que los lectores a los que nos dirigimos no nos hacen casi comentarios: pero, eso sí, se llevan los libros en préstamo. De alguna manera se ha producido la conexión.
¿Somos los bibliotecarios responsables de ese proceso, mediante el cual el lector potencial, el universitario en nuestro caso, relaciona lo que íntimamente desea o ligeramente le apetece con lo que por los medios citados le ofrecemos? ¿Qué le ha atraído más, la apariencia de la cubierta del libro o la reseña que leyó en el blog? ¿La fama del autor o la recomendación de un amigo? Sería interesante -¡me temo que decepcionante!- un posible estudio que nos indicara cuántos libros de estas “lecturas para el ocio” han sido localizados en una búsqueda en el catálogo y mediante qué búsqueda. Google Analytics me indica a través de qué enlaces o buscando por qué palabras clave los internautas llegaron a leer el blog, cuánto tiempo dedicaron a leerlo y sin vuelven o no vuelven a menudo. ¿No podría un sistema de gestión bibliotecaria indicarme algo parecido respecto del catálogo? Sé que es fantasear, pero me gustaría saber, cuando un lector me devuelve una novela en el mostrador de préstamo:
- si le gustó
- cuánto tiempo le llevó la lectura
- cómo encontró el libro en la Biblioteca
- qué otras cosas espera encontrar
- y a quién se lo ha dicho
¿Qué tal como carta a los Reyes Magos?
Honorio Penadés de la Cruz
Biblioteca de la Universidad Carlos III de Madrid
(Honorio Penadés mantiene, junto con Rocío Botías, el blog 365 días de libros).
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